Creando Discípulos

El ministerio cristiano en medio de nuestra nueva normalidad Colosenses 1:1-13

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William Shakespeare escribió: “Los cobardes mueren muchas veces antes de morir; los valientes prueban la muerte solo una vez”.

 Los Navy SEALs son unas fuerzas especiales de la milicia estadounidense conocida por intervenir en algunas de las condiciones más hostiles e inestables del planeta. Dicho cuerpo militar ha acuñado un acróstico para referirse a esas duras   condiciones que es tremendamente descriptivo, ellos las llaman condiciones VICA ya que siempre son…volátiles, inciertas, complejas, y ambiguas. Que son precisamente las condiciones que actualmente parecen describir lo que está ocurriendo hoy día en la mayor parte del planeta. El pastor Mark Sayers se ha referido a este momento de la historia como una zona gris. Queriendo decir que vivimos un momento de transición entre lo que era, y lo que está por ser. Una época está concluyendo, dice Sayers (pero sigue parcialmente con nosotros), y la que está comenzando (aun no está aquí del todo). Creándose así sendas dinámicas y retos que muy bien habría que catalogar también como condiciones V.I.C.A.

En el caso de Puerto Rico, ya perdimos la cuenta de las crisis recientes. El Censo 2020 indica que fuimos la jurisdicción de Estados Unidos que más población perdió con cerca de un 12%, lo que se traduce a casi medio millón de habitantes. Emigración que ha continuado tras el COVID-19. Los terremotos en el sur de la Isla estremecieron nuestro suelo, pero también nuestros espíritus. La crisis económica continúa rugiendo con fuerza. La polarización causada por nuestras diferencias de opinión a partir de temas relacionados con la pandemia — mascarillas o no mascarillas, abrir o no abrir, presencial o no presencial, y vacuna o no vacuna — parece haber llegado para quedarse. Cada año los huracanes no son solo más poderosos, sino más frecuentes. Sumándose a la tendencia demográfica actual que ha despertado serias preocupaciones por su baja tasa de nacimientos, casi 60% menos nacimientos que hace 30 años. Más allá de Puerto Rico, el mundo ha venido atestiguando una guerra en Europa, otra en la franja de Gaza, y otra en Irán, de hecho oriente medio se vuelve más inestable con cada segundo que pasa. Sin mencionar la inmensa ola de personas que han sido desplazadas de sus hogares por el sinnúmero de conflictos violentos que siguen apabullando a la raza humana y caracterizando a nuestros tiempos. Cifra que a nivel mundial se traduce a 1 persona de cada 69; casi el doble que hace una década.

El racismo continúa mostrando su feo rostro. La cultura de cancelación sigue haciendo mella en la sociedad. La creciente tensión entre generaciones es cada vez más evidente. Tenemos sobrecarga de información. Una avalancha de voces airadas satura las redes sociales, llenas de cinismo y soberbia. Y para colmo, a la pandemia la ha seguido una crisis en la salud mental a nivel mundial que ha elevado la prevalencia de la ansiedad y la depresión a un 25%.

Y hay dos cosas que un ambiente V.I.C.A. exige de todos nosotros. La primera es, que aprendamos a servir en equipo. Porque, siéndote franco, ningún líder es tan inteligente, ni posee la experiencia necesaria para enfrentarse solo a todo lo que esa nueva normalidad nos sigue aventando en nuestra dirección. Y si alguien te dice que él o ella en efecto es lo suficientemente inteligente, no le creas. Es más, si hay algo realmente peligroso es cuando una persona no sabe que no sabe. Por eso, la segunda cosa que este tiempo VICA demanda de nosotros es un corolario a la primera, y es esta — mucha humildad.

Esta nueva normalidad desenmascara lo ilusa de nuestra sensación de control. Pero la mayoría de las veces somos incapaces de apreciar semejante regalo. Por eso hacemos malabares para no quedarnos quietos. Es más, parece que ni siquiera para quedarnos quietos podemos dejar de movernos. Después de todo, debemos ser poderosos, no débiles; rápidos, no lentos; el que da alante da veces (aprendimos). Pero Sayers añade una nota de esperanza para quienes aceptan quedarse quietos el 2 tiempo suficiente como para darse cuenta de sí mismos, así como de Dios, y de la enorme diferencia que hace el tener acceso a Su presencia. Sayers escribe: “Los grandes bastiones de nuestro día, ya sea aquellos formados por el secularismo o por el cristianismo cultural (o una combinación de ambos), nos han enseñado que la presión es algo malo. Que es posible vivir la vida y caminar entre las gotas de lluvia sin mojarse. Así que cuando la presión aumenta…en nuestro momento de zona gris, y nos encontramos en un desierto, aquellos que recurran a Dios, que elijan no huir del desierto, que busquen Su presencia en el desierto, serán transformados con autoridad espiritual”.

Los muchos miedos que nos hacen sentir inadecuados ganan terreno en las crisis. Por lo que instintivamente procuraremos detenerlos como único sabemos hacerlo. Hablando mucho, proyectándonos como mejor informados de lo que en realidad estamos. Moviéndonos mucho. Entreteniéndonos mucho; alimentándonos más de lo necesario; ocupándonos sin descanso; preocupándonos a mansalva; y luchando como gato boca arriba por retener así sea la mínima ilusión de control. Y aunque siempre somos así, la crisis exacerba aún más nuestra gran vulnerabilidad, detonando vergüenzas, inseguridades, culpas y otras dolencias emocionales. ¿Qué pretende Dios, que me quede en el desierto para tener que mirar y enfrentar todo eso? Por eso no aguantamos el silencio de la inactividad, y preferimos abrazar el estridente ruido del activismo. Porque al menos nos distrae. Quedarnos quietos sufriendo nuestra propia compañía no está fácil, porque ese inquieto silencio nos fuerza a pensar en cosas que preferiríamos olvidar o ignorar.
 Pero por no saber guardar silencio ni estarnos quietos, casi nunca sabemos qué, cuándo, y mucho menos, cómo actuar. Eso explica el que a menudo son los más asustados los que terminan ocupándose de algunas de las decisiones más importantes. Como cuando unos discípulos de Jesús, evidentemente contrariados, se atreven a aconsejarle (como si él no supiera más que eso): “despide a la multitud para que compren algo de comer”. Todos sabemos que Jesús hizo caso omiso a ese mal consejo, nacido de personas controladas por su ansiedad. Sin embargo, aun cuando me avergüenza admitirlo, seguramente yo le habría aconsejado lo mismo.

Es más para poder discernir lo que la ansiedad necesariamente nos impide notar hay que notar primero la propia ansiedad, comenzando con su constante apuro y engañosa negatividad. Que tiende a hacernos actuar como manada en estampida, saboteando incluso nuestra capacidad para pensar, atontándonos (en la práctica). Una manada en estampida no solo levanta una gran columna de humo, a veces también levanta muchas encuestas de opinión. Pero ojo, las mejores decisiones tienden a provenir de personas que piensan radicalmente distinto al resto. Y es precisamente para eso que están ahí, o mejor dicho que, en su misericordiosa gerencia, Dios las puso ahí. Algunas de mis crisis han traído consigo valiosos regalos que con los años he aprendido a apreciar. Permíteme compartirte algunos:

  • Lo que Jesús busca son seguidores, no “líderes”. 
  • Si se lo permites, Dios te indicará el camino a seguir.
  • Quien lidera desde el miedo toma malas decisiones.
  • No supongas que tienes que salvar la situación, solo Dios puede hacer eso.
  • No cedas a la mentalidad del peor escenario, Dios escribe derecho con la zurda
  • Puedes hacer mucho sin una oficina y sin un edificio.
  • Puedes usar mucho mejor tu presupuesto.
  • Tener un mensaje claro de parte de Dios no es negociable. Quieres saber cuál     es el secreto para que Dios te hable? — estar escuchando.
  • La gente crece en el desierto, atraviésalo con ellos.
  • La vida ocurre en el mundo real, busca a la gente allí.
  • Puedes anticipar que Dios enviará nuevo talento dispuesto a ayudar; dale a esa gente, el espacio y el permiso, para hacerlo.
  • En la crisis, la gente demostrará mayor apertura al cambio, aprovecha eso. 
  • Dios se especializa en redimir el sufrimiento, no le pidas atajos, ni para ti, ni para otros.

En medio de la crisis del COVID-19, encontré dos plegarias del apóstol Pablo a favor de los cristianos de Colosas, que han estado informando las mías en tiempos V.I.C.A. La primera está en Colosenses 1:9 y lee así: “Pido que Dios les dé pleno conocimiento de su voluntad y que les conceda sabiduría y comprensión espiritual”. Enfrentar un ambiente V.I.C.A. necesariamente implica la continua toma de decisiones. Y muchos de nosotros ya hemos comenzado a padecer de algo que se llama fatiga de decisión. Máxime cuando la información que se tiene a la mano es volátil, incierta, compleja y ambigua. Piénsalo, esta oración no podría ser más pertinente — que Dios nos dé pleno conocimiento de su voluntad, para saber así siempre qué es lo que más conviene hacer. “Entonces (dice el verso 10), la forma en que vivan siempre honrará y agradará al Señor, y sus vidas producirán toda clase de buenos frutos”. ¡Dios quiere guiarte!…y si se lo permites, eso es exactamente lo que hará, (¡salte de la estampida!). La segunda oración está en el verso 11: “Pido también que se fortalezcan con todo el glorioso poder de Dios para que tengan toda la constancia y la paciencia que necesitan”. ¿Pudiste verlo?… Constancia y paciencia, ¡sobrenaturales!

El pastor y psicólogo, John Eldredge, explica que una de las diferencias más significativas entre camellos y caballos, es que se puede notar cuando un caballo está cansado, pero no es así con los camellos. El caballo da evidentes señales de cansancio y de sed. Pero el camello, a simple vista no aparenta cansarse. El poderoso animal puede atravesar desiertos enteros sin presentar señal alguna de cansancio o de sed. Y es precisamente por eso que cuando menos lo esperes, pero más lo necesites, repentinamente puede desplomarse. Uno no puede depender de leer señal alguna de cansancio porque no las da jamás. Por lo que hay que darle agua y descanso, aun si no evidencia necesitarlo.

Y el problema es que tú y yo somos como el camello. Y, casi siempre, al enfrentarnos a una crisis, nos lanzamos de pecho hasta resolverla. Después de todo, alguien tiene que hacerlo. Luchamos, corremos, llevamos la carga, trabajamos, decidimos, y…bueno, ya sabemos el resto; así somos. De ahí que, a menudo, incluso luego de haber llegado al otro lado, y para la sorpresa de todos, repentinamente colapsamos.

Igual que el camello, a menudo no nos permitimos dar señales de cansancio. Menos aún hacer un alto y descansar. Reponer reservas parece ilegal para muchos de nosotros. Por eso quemamos las reservas hasta que literalmente no nos queda ninguna. Y ten bien presente esto, ninguna sabática te repondrá de una quemazón. La sabática debes tomarla mucho antes…¡para evitar la quemazón!…¡no para tratarla!. Escucha, la resiliencia es un acto de preparación y no de pretensión. Una consecuencia de estar en Su Presencia, y no de proyectar prepotencia. Y en un mundo como este, sumergido en la competencia de la estampida, esa resiliencia es precisamente evidencia de que existe otro mundo. Uno donde las cosas se HACEN DE OTRA MANERA. A LA MANERA Y EN EL PODER, DEL EVANGELIO.

En el Evangelio del Reino de Dios, yo veo tanto un consuelo como una invitación. Consuelo, porque el Evangelio me recuerda que Dios muchas veces está haciendo más en la historia precisamente cuando aparenta estar haciendo menos. Él está sobre todo lo que, desde mi miope perspectiva, no luce sino como derrota y oscuridad. Y nada impedirá que Dios cumpla cada una de sus promesas. Es cierto, leo consuelo, pero también una invitación. Una invitación a darnos cuenta de Dios. Una invitación a discernir nuestros tiempos, a la luz del Evangelio, y no a partir del miedo y de las mentiras del mundo, menos aún del príncipe de este mundo.

Detengámonos a interpretar nuestra actualidad, pero a la luz de ese Dios. Creo que así se le ve y se le entiende todo completamente distinto. Una de las cosas más poderosas que me ha enseñado Dios es a repasar mi vida por décadas y por lustros. Y ha sido impresionante descubrir, que Dios no desperdicia una depresión, ni un Alzheimer's, ni un hallarte repentinamente huérfano, ni un cáncer, ni un huracán, ni un hijo pródigo, ni una pandemia, ni una iglesia que cierra, ni un ataque de ansiedad, tampoco desperdicia una traición. Cobra aliento, Dios no está asustado, Él no está esperando a leer en el Economics las proyecciones de la taza de inflación anual, ni a qué decidirán hacer los gobernantes de las naciones. Por lo que, si no comienzas a interpretar lo que sucede echando mano de la perspectiva de Dios (ni ayudas a los tuyos a aprender cómo hacerlo), entonces alguien más lo hará por ti. Vivimos días históricos; y hay que recordar que Dios se especializa en días así. Dios está trabajando y nada lo detendrá. Así que “Pido que Dios les dé pleno conocimiento de su voluntad y que les conceda sabiduría y comprensión espiritual. Entonces, la forma en que vivan siempre honrará y agradará al Señor, y sus vidas producirán toda clase de buenos frutos”…“Pido también que se fortalezcan con todo el glorioso poder de Dios para que tengan toda la constancia y la paciencia que necesitan”.

En 1939, mientras las nubes de guerra se oscurecían sobre Europa, el rey Jorge VI inspiró a innumerables corazones humanos a través de un mensaje de Navidad transmitido al Imperio Británico cuando citó estos versos de un poema de Minnie Louise Haskins: “Le dije al hombre que estaba en la puerta del año: Dame una luz para que pueda caminar hacia lo desconocido”. Y él respondió: “Entra en las tinieblas y pon tu mano en la mano de Dios. Eso te será mejor que la luz y más seguro que el camino conocido”. Y que así, Dios mismo sea entonces, nuestra nueva normalidad.

Les amo,
Pastor Javier Gómez Marrero